viernes, 9 de septiembre de 2011

(Punto izquierdo)

Respiras, respiro

Ya sea en un océano o en un vaso de agua, a veces sentimos que nos ahogamos igual.

Muchas veces me he visto en situaciones en las que alguien necesita desahogarse y ahí me veo escuchándole e intentando darle esas palabras que le den ese feeling llamado aliento. Y aunque al final de la conversación me quedo preguntándome por qué no fui psicóloga, también me he visto en situacion ...
es en las que me veo hablándole de algún asunto personal a alguien de confianza, un poco más de lo que usualmente considero ‘confidencial’ al resto del mundo. Luego me doy cuenta que también necesitaba que alguien me pusiera un poco de oído, por x o y razón que me motivara a aflojar palabras.

Gracias a Dios, las veces que eso ha pasado ha sido con algunos de esos mismos seres que me han necesitado y que me sorprenden respondiendo mejor que yo. Y más sorprendente aún, son personas que han permanecido siempre ahí con el paso de los años y que, sin poder explicármelo, tienen una técnica increíble de detectar esos momentos poco normales en los que, sin pedirlo, intervienen con un “A ti te pasa algo. Cuéntame”. Honestamente no sé cómo describirlos porque el título de “amigos” se les queda corto.

Todo el mundo tiene por lo menos uno de esos acompañantes de vida que, en un instante, ya sea con unas palabras, un gesto, un abrazo o con sólo escuchar, hacen que una carga la veamos menos pesada. Sin embargo, a veces no nos damos cuenta que de quien más se necesita es de uno mismo para sobrellevar cualquier situación de tristeza, miedo, desesperación, preocupación, ira, frustración y otros derivados para así poder vivir momentos de alegría, emoción, euforia, éxito y perseverancia.

Es por eso que, aunque cuente con un pequeño ejército de buenas vibras a mi alrededor inmediato y distante, me toca cantarme y aplicarme a mí misma esta canción:

Es increíble cómo el poder de la palabra y el conjunto acertado de unas letras se pueden impregnar como un tatuaje en el alma e inconscientemente hacerte ver las cosas desde un punto de vista menos gris. El impulso está en uno mismo; sólo hay que cerrar los ojos, respirar, creer y ponerlo en práctica.

Y a mi gente, ésos que confían en mí más de lo que a veces confío en mí misma, mi objetivo siempre ha sido el mismo: vivir con ustedes la tempestad, el respiro, la alegría y la calma. Gracias por acompañarme en el camino y ayudarme a respirar.

Respiren; no los abandono.

Todo pasa, tarde o temprano, por algo o por nada, pero pasa.