he seguido su camino de velas a lo largo del bosque,
perdiendo el rumbo, desorientada y extraviada entre tanta maleza.
Sedienta y jadeante, solo pensaba en
poseerte y saciar mi apetito con tu flujo constante,
tu muerte me llenará de vida.
Prisionera de la noche doy vueltas sobre mí misma,
hasta caer sobre la espesura,
lágrimas de sangre recorren mis mejillas.
las espinas dejan de atravesar mi cabeza,
mi cuerpo se estremece, escalofríos penetran en mi piel,
y su olor desata un abanico de placeres en mi ser.
Cerca, muy cerca tengo lo que más deseo,
la muerte me envía a buscarte,
y tú, sin más, te arrodillas resignada
esperándola.
Sentirme liberada del más allá,
bajar de su altar y atravesar el pasillo,
frío, lúgubre, largo y distante,
la muerte te ha alcanzado.
L.D |